¿Nos estamos volviendo dependientes de la IA?

By Adriana Páez Pino

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Hace unos días, una amiga muy cercana me contó, entre risas, que ya no le habla tanto a su esposo como a “Simón”, el nombre que le puso a su asistente de inteligencia artificial. Lo usa para organizar ideas, pedir consejos, descargar emociones del día… e incluso para que la escuche cuando se siente estresada.

Y aunque parecía una anécdota divertida, me dejó pensando:

¿Qué tan profundo se está volviendo nuestro vínculo con estas herramientas?

En muy poco tiempo, la IA ha dejado de ser una promesa lejana para convertirse en una presencia constante en nuestra cotidianidad. Herramientas como ChatGPT ya no son solo asistentes inteligentes: para muchas personas, se han transformado en el punto de partida para pensar, decidir, escribir… y también, en una forma de sentirse acompañadas.

Pero, ¿qué sucede cuando esa herramienta empieza a ocupar un lugar emocional en nuestras vidas?

Un reciente estudio del MIT Media Lab y OpenAI puso sobre la mesa un fenómeno silencioso pero creciente: quienes utilizan ChatGPT intensivamente están empezando a mostrar signos de apego emocional. Algunas personas llegan a considerarlo como un “amigo” digital, especialmente cuando lo usan por largas horas o como una vía de escape ante la soledad o la carga emocional.

Este hallazgo nos invita a una reflexión más profunda:

¿Dónde trazamos la línea entre aprovechar la tecnología… y depender emocionalmente de ella?

¿Qué nos está diciendo el estudio?

Una investigación reciente del MIT Media Lab en colaboración con OpenAI encendió una alerta que merece ser escuchada. En este estudio, se analizó el comportamiento de miles de usuarios de ChatGPT, con un enfoque especial en aquellas personas que lo utilizan de manera intensiva, prolongada y emocionalmente cargada.

Los hallazgos revelan que un pequeño grupo de usuarios comenzó a mostrar signos de lo que se definió como "uso problemático". Esto incluye síntomas como preocupación constante por la herramienta, cambios de estado de ánimo ligados a su uso, pérdida de control y lo más inquietante: indicios de dependencia emocional.

Lo más interesante del estudio es que no se trata necesariamente de personas que usan ChatGPT para hablar de emociones o recuerdos personales. De hecho, quienes lo usaban con fines “no personales” —como lluvia de ideas, planificación de tareas o redacción— eran quienes más tendían a desarrollar apego emocional. Algunas incluso comenzaron a ver en el modelo un “amigo digital”, o una figura que generaba compañía, comprensión e incluso alivio.

Además, se encontró que quienes charlaban con la IA por más tiempo eran personas que se sentían más solas y mostraban mayor sensibilidad a los cambios de comportamiento del modelo. Esta reacción emocional revela que, aunque estamos hablando con una máquina, las personas proyectan en ella aspectos de su mundo emocional que no siempre están resueltos o acompañados.

Todo esto nos lleva a una pregunta inquietante:

¿Estamos usando la IA para trabajar… o estamos comenzando a sustituir con ella algunos vínculos humanos y funciones emocionales clave?

¿Dónde está el límite entre aprovechar y depender de la IA?

La inteligencia artificial ha demostrado ser una herramienta poderosa: nos ayuda a escribir, planificar, decidir, estructurar ideas. Pero como ha pasado con otras tecnologías —desde las redes sociales hasta los asistentes virtuales— su uso intensivo también puede cruzar un umbral silencioso: el de la confianza ciega.

Hoy, muchas personas consultan primero a la IA antes que a colegas o personas de su entorno cercano. Se apoyan emocionalmente en ella. Y lo más preocupante: están tan familiarizadas con la tecnología que ya no se detienen a cuestionar qué están entregando a cambio.

Nos hemos vuelto tan cercanos a estas herramientas que ni siquiera nos inquieta compartir nuestro rostro, nuestros datos o nuestras emociones más privadas. Confiamos en que "nada pasará", sin leer términos, sin preguntarnos cómo puede usarse esa información o qué riesgos implica. Subimos fotos a aplicaciones para transformarlas en dibujos animados, sin pensar que esa imagen puede ser guardada, modificada, vendida o incluso usada para crear perfiles falsos.

Esta confianza sin filtros es una señal de alerta.

En el entorno laboral, esta dependencia emocional y funcional puede afectar no solo nuestra autonomía, sino también nuestra capacidad crítica. ¿Estamos dejando de confiar en nuestro criterio para dejar que la IA tome decisiones por nosotras y nosotros?

Como cualquier herramienta poderosa, la IA necesita límites. Y esos límites no los define el algoritmo, los definimos nosotros como usuarios conscientes.

Tecnología con conciencia, no con dependencia

La inteligencia artificial no se detendrá. Y aunque es natural sentir entusiasmo por su potencial, también es necesario observar cómo nos estamos relacionando con ella: si la estamos usando para potenciar nuestras capacidades o si, poco a poco, le estamos cediendo el control de nuestras decisiones… e incluso de nuestras emociones.

Como toda herramienta poderosa, la IA debe ayudarnos a crecer, no a reemplazarnos ni a desconectarnos de nuestra intuición, nuestra voz interior o nuestras relaciones reales.

Esta reflexión también la compartí en un video en mi perfil de LinkedIn, donde converso sobre el estudio de MIT y OpenAI y las señales que ya estamos viendo en el día a día. Puedes verlo aquí y sumarte a la conversación con tu experiencia.

Esta entrada hace parte de mi serie semanal Descubriendo la IA en el trabajo, que publico en mi blog de LinkedIn y en www.IAvanza.co, donde reflexiono sobre el impacto real de la IA en el trabajo, el liderazgo y el desarrollo profesional.

💬 En la próxima entrega, compartiré ideas prácticas para enfrentar una emoción que muchas personas me han confesado sentir últimamente: el miedo a ser reemplazadas por la IA.
Ha
blaremos de ansiedad, de incertidumbre… y de cómo recuperar el control cuando el futuro parece estar fuera de nuestras manos.

Porque no se trata solo de adaptarnos a la tecnología, sino de aprender a convivir con ella con claridad, conciencia y propósito.

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