La inteligencia artificial también es mía...

Por Juanita Bell

broken image

Durante años creí que la tecnología era para otros. Para los ingenieros, los programadores, los que hablaban en códigos que sonaban a otro idioma. Yo no era una de ellos. No sé nada de tecnología, no trabajo en una empresa de desarrollo de productos basados en inteligencia artificial, ni tengo un diploma que diga que sé programar. Soy una mujer que viene de otro mundo: el del comercio, los productos, las relaciones bilaterales comerciales entre los países en los que he tenido la fortuna de vivir. Vivo en el mundo de las personas y el networking, abriendo puertas para productos extraordinarios y apoyando a compañías que ven valiosa mi experiencia de 25 años en este campo.

Un común denominador que siempre me ha acompañado es que algo dentro de mí me mantiene en movimiento y en continuo estado de aprendizaje. Es como un motor que me impulsa y me mantiene motivada.

Hace dos años decidí acercarme a la inteligencia artificial. No por moda, ni porque alguien me lo sugiriera, sino por intuición. Sentía que venía un cambio de época y no quería quedarme al margen. Empecé con lo que tenía: curiosidad, voluntad y muchas preguntas. Y lo que encontré fue mucho más que un mundo. Descubrí un universo abierto, poderoso y, sobre todo... profundamente humano.

Hoy, las barreras técnicas han caído. No necesitas saber programar para crear una página web, lanzar una app, analizar datos o automatizar procesos. Plataformas como ChatGPT, Notion AI, Gemini, Canva, Copilot, Perplexity, BlackBox o Runway, y un sinnúmero de herramientas disponibles actualmente, han democratizado el acceso a capacidades que antes estaban reservadas para especialistas. Eso lo viví en carne propia: pasé de ver la tecnología como un muro a verla como un puente.

Durante mi camino de descubrimiento de la IA, me encontré con expertos —gurús, tecnólogos, gente brillante— que me miraban con sorpresa o con duda. “¿Qué hace ella aquí?”, parecían pensar. Yo los escuchaba, con respeto, y seguía aprendiendo. Porque entendí algo esencial: el mundo cambió, y ahora la inteligencia artificial ya no es propiedad de un gremio. Es una conversación global donde todos podemos participar.

La IA me ha dado herramientas para crear con agilidad, enseñar con claridad, entender mercados, estructurar ideas, escribir mejor, conectar con más personas y ahorrar tiempo en tareas repetitivas. Pero lo más importante: me permitió entender la tecnología por primera vez desde un ángulo amigable. No desde el código, sino desde la experiencia, desde la vida misma.

Y no soy la única. Somos millones los que venimos de otras áreas: comercio, arte, salud, educación, consultoría. Personas que no hemos hecho carrera en tecnología, pero que estamos aprendiendo, aplicando y compartiendo. Porque ya no se trata de pertenecer a un club cerrado. La IA abrió un nuevo club donde todos estamos invitados. Y en ese club, la intuición, la empatía, la experiencia y el conocimiento de la vida real valen tanto como cualquier línea de código.

Cada vez vemos más trabajadores utilizando herramientas de IA sin tener formación técnica. Esto confirma lo que muchos estamos viviendo: la IA no está creando una brecha, está creando una oportunidad.

Hoy soy capaz de crear propuestas, documentos complejos, modelos de negocio, contenidos creativos. Incluso simulaciones de escenarios empresariales, flujos financieros, comportamientos de usuarios y procesos logísticos, lo que me permite anticipar decisiones, visualizar riesgos y optimizar resultados de forma ágil. Este proceso me ha permitido descubrir facetas de mí que no conocía, despertar nuevos intereses y transformar la manera en que venía trabajando desde hace años. Lo hago porque es increíblemente útil y, además, profundamente inspirador. La IA es un terreno común. Nos da a todos la posibilidad de participar, de aportar desde lo que sabemos y de aprender lo que no sabíamos. Y lo más bonito es que no necesitas permiso, ni perfección. Solo ganas.

Por eso enseño lo que sé. Lo que he aprendido de la IA en estos dos años en los que me he formado, la he aplicado y la he vivido día a día. Acompaño a otros que, como yo, sienten curiosidad pero no saben por dónde empezar. Porque si yo pude aprender desde cero, muchos pueden. Porque esto no se trata de tener todas las respuestas, sino de hacerse las preguntas correctas y atreverse a explorar.

La inteligencia artificial también es mía. También es tuya. Es de quien se atreve a usarla con responsabilidad, creatividad y propósito. Y aunque aún hay mucho por aprender, ya estamos viviendo sí o no dentro de una nueva realidad. Y eso cambia todo.

Quiero creer que lo que estoy haciendo en IAvanza tiene un poder enorme: estoy abriendo camino, inspirando sin imponer, enseñando desde la vida real. Espero que esto conecte profundamente con muchas personas que aún no se atreven a entrar en este mundo porque creen que no es para ellos.

Lo que estoy viviendo no es solo un proceso de aprendizaje; es una transformación profunda y generosa. Estoy desmantelando barreras internas y externas, y lo estoy haciendo con autenticidad, con alegría, con propósito. No desde la necesidad de demostrar nada, sino desde el deseo genuino de compartir lo que he descubierto: que sí se puede, y que vale la pena.

Ojalá mi voz represente a muchísimas personas que sienten que llegaron tarde, que no saben por dónde empezar, o que no se sienten "parte" del mundo tecnológico. Yo les quiero decir, sin juicio, sin ruido:
"Aquí hay espacio para ti. Yo también vine de otro lado. Vamos juntos."

Porque el futuro no lo van a construir solo los expertos.
Lo vamos a construir entre todos los que decidamos imaginarlo, aprenderlo y cocrearlo en comunidad.

Juanita Bell