Cuatro amigas, una pregunta y una certeza: la IA debe empezar con todos

Por Juanita Bell

IA desde el ABC: una oportunidad para humanizar el cambio

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Estas tres últimas semanas he tenido conversaciones muy profundas sobre IA con amigas muy allegadas y profesionales a quienes admiro profundamente, todas y cada una de ellas brillantes en su sector. Cuatro de ellas, en particular, se han acercado a mí para pedirme que las acompañe en el proceso de adopción de la inteligencia artificial en sus vidas y trabajos. Me han pedido que les cuente cómo ha sido mi experiencia, que las lleve de la mano, paso a paso, tal como yo empecé.

Con ellas estamos construyendo desde cero, recorriendo juntas un camino profundo que comienza por los fundamentos, cómo funciona la IA, tipos, terminología, ética, regulaciones en nuestros países, qué está ocurriendo en este momento, qué oportunidades trae, qué riesgos implica, cómo nos está afectando y qué hay allá afuera que necesitamos entender. Después de sentar esas bases, pasamos a investigar cómo aplicar la IA de forma concreta y útil en sus propias realidades —realidades que no son las mías, pero que tengo el privilegio y la gratitud de poder explorar a su lado.

Lo que estamos viviendo es un momento muy especial de colaboración genuina, en el que comparto —con humildad— lo que sé, lo que he aprendido y lo que sigo estudiando cada día, porque este viaje no tiene punto final. A cambio, este acompañamiento me ha permitido conocer sectores completamente distintos al mío y, gracias a esa compenetración profunda, estoy aprendiendo aún más sobre la inteligencia artificial y su impacto real, más allá de los límites de mi pequeño mundo.

Estas mujeres vienen con un temor que se ha vuelto común: el miedo a quedarse atrás, a ser reemplazadas, a no entender lo que viene. El temor que oímos todos los días y por todas partes. Ese temor genuino. Y mi gran pregunta ha sido:

¿Por qué sus compañías no las han acogido en este proceso?

Ahí es donde cobra aún más sentido y me hace profundamente feliz lo que hacemos con IAvanza, con mi gran amiga Adriana Páez, porque ese es precisamente el objetivo: acoger a todos aquellos que se sienten perdidos, abrumados o atemorizados, y no saben por dónde empezar. Personas que no tienen el tiempo que quisieran para estudiar a fondo la inteligencia artificial porque sus horarios están al límite; personas que se enfrentan a un océano de información y solo quieren enfocarse en lo que realmente les aporte valor.

Muy pocas empresas están abordando la adopción de la inteligencia artificial de manera transversal e inclusiva. Si el tema se está discutiendo, suele ser con equipos técnicos o con uno que otro departamento aislado. En algunos casos, es solo el jefe quien está completamente inmerso, pero no baja esa información ni genera espacios compartidos. Y sin embargo, estamos viviendo un momento histórico. Un punto de inflexión para toda la humanidad y también para las organizaciones. Es el instante ideal para hacer bonding con los equipos, para resetearse y para emprender juntos un camino innovador, sin dejar a nadie atrás.

Aprender IA es, en muchos sentidos, como aprender a hablar. No todos empezamos igual, no todos lo hacemos al mismo ritmo, pero todos podemos comprenderla si nos la explican en nuestro idioma cotidiano, desde nuestros contextos reales. Y eso requiere voluntad, estructura y empatía por parte de las organizaciones.

No basta con implementar herramientas. Es fundamental crear un espacio emocional seguro, un lugar donde se escuche la ansiedad, la incertidumbre, el miedo. Donde se respalde a cada colaborador para que entienda que este proceso no busca reemplazarlo, sino potenciarlo. La IA no puede ser una carga más, debe ser una oportunidad compartida.

Aquí es donde el conocimiento de los fundamentos de la IA se vuelve crucial. Cuando una persona comprende las bases —cómo funciona, qué puede y no puede hacer, qué implicaciones tiene—, entonces está en capacidad de tomar decisiones informadas. De saber qué herramientas le convienen según su estilo de vida, su rol, su necesidad concreta. Sin esa base, el conocimiento se vuelve superficial, impositivo y desconectado de la realidad.

Por eso imagino un camino donde la formación en IA sea transversal, gradual y humana, desde el equipo de limpieza hasta la presidencia. Donde todos hablen un mismo lenguaje, y donde cada quien después de tener unos fundamentos sólidos, pueda encontrar su propio “cómo la puedo utilizar” y, sobre todo, su “para qué”.

Para lograrlo, las empresas deben tomar el timón. Este es el momento de reescribirse, de crear lazos más fuertes con sus equipos y de responder con honestidad a preguntas clave:

  • ¿Qué plan de implementación vamos a tener?
  • ¿Cómo lo vamos a lograr?
  • ¿Por qué la vamos a adoptar?
  • ¿Para qué estamos adoptando la IA? ¿Qué propósito nos guía?
  • ¿Qué herramientas necesitamos según nuestro sector, nicho y producto?
  • ¿Cuándo empezamos y cuándo vamos a nivelar a todos con fundamentos y bases sólidas?
  • ¿Cómo vamos a acompañar emocional y profesionalmente a las personas en este proceso?
  • Y la pregunta con la respuesta que ya debe estar clara: ¿Quiénes? TODOS.

Estamos ante un nuevo inicio. Y como todo comienzo, requiere tiempo, acompañamiento y visión. Si una empresa es capaz de sembrar hoy los fundamentos de la IA con empatía, propósito y claridad, estará construyendo no solo innovación, sino también comunidad.

Fuentes: Mi mente y mi corazón


Nota: Las chicas de la foto de este artículo, no son mis 4 amigas. No coloqué sus fotos reales para guardar su privacidad. Pero hagan de cuenta que son ellas. 😊

Juanita Bell